Nervios, tensión, incertidumbre. Quedan poco más de 24 horas para que el granadinismo vuelva a vivir un choque histórico. De esos que no se olvidan. Como Alcorcón. Como Elche. Como Vallecas. Incluso como el de Valladolid o Sevilla. Ojalá Anduva tenga final feliz como todos ellos.

Al pensar en todo lo vivido, echo la vista atrás y me viene a la mente el título de una canción de Presuntos Implicados. “Cómo hemos cambiado” decía. Y es así. La masa social rojiblanca ha experimentado una metamorfosis fuera de toda duda. Hace veinte años era impensable imaginar a un aficionado pegarse 24 horas de bus para seguir a su equipo por el norte del país. O hacer colas kilométricas para obtener una entrada aunque esto sea algo que deba cambiarse con los adelantos tecnológicos actuales. La ilusión es la gasolina de la vida. El granadinismo la tiene. Quiere devolver a su equipo donde merece. Y no va a parar hasta conseguirlo. Ojalá suceda. Se recordaría como el ascenso de la afición, de la gente. Esa que ha rescatado a su equipo cuando estaba a la deriva durante numerosos momentos de la temporada.

Miranda de Ebro puede marcar un antes y un después en el futuro a corto y medio plazo del club. Volver a la élite dispararía la ilusión, consolidaría a la juventud en torno a su equipo y aceleraría el futuro crecimiento de la entidad. Morir en la orilla generaría el efecto contrario. Dos desilusiones seguidas harían daño, sobre todo teniéndolo en la mano como en el momento que ustedes leen este texto.

Alea jacta est. La suerte está echada. Es hora de dejar de ser fuerte para empezar a ser valiente. El Granada necesita serlo mañana. Como lo será su afición. Disfruten si pueden. Llegó la hora de la verdad.

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